sábado, 17 de octubre de 2009

Ensayo de un Sueño Realidad

Me contoneaba de una forma cadavérica, calabérica
Y emergían sus espinas llenas de sal
Sus labios rebalsaban agridulces y ondulando; con cierta petulancia junto con el viento.
Me habían hablado de su forma que de repente se pierde y resurge con el furor de lo incandescente.
Cuando ya nada tiene una manera encasillada y nos preguntamos qué hay detrás de los contornos; y queremos ser niños otra vez; y jugar con la plastilina, y moldearla. Libres de expresión, no notamos la falta de razón, o de líneas, forma definida: Es Algo.

Estaba de viaje cuando la ví [¿por primera vez?], me contaron infinitas historias sobre su belleza flotante y florecente. Me dijeron que habitaba por Sierra de la Ventana; aunque no estoy segura de haberla encontrado ahí.
Me acuerdo que había una laguna frente a un árbol de copas frondosas, en un día claro como la luna cuando esta en cuarto menguante, durante un equinoccio de Primavera.
El cielo tan celeste para mis ojos y tan inconmensurablemente enorme que tuve la sensación de pequeñez extrema... otra vez. Pero esta era una razón que valía la pena. Allí estaba, casi desnuda, con una melena que el viento tan calmo y en paz, apenas si acariciaba.

Sus ojos eran un paraje de aguas calmas y estancadas, eran color plata y se hacían charquitos con cada lluvia torrencial... ahora estaban vacíos, pero me miraba fijo. Tuve la certeza que me estaba esperando. La piel trigueña y sus manos todas yagadas: surcos marcados de vida, por donde ríos desembocan en causes de mares internos y sin oleaje. La armonía aparente en un cuerpo místico, en donde los pájaros encuentran paraje.

Mi mente dejó de lado todo el recuerdo de lo vívido, de lo fugaz. Mil preguntas en la punta de la lengua, con la eterna sensación de que me sé las respuestas; y sin embargo sigo preguntando embriagada en años luz de costumbres mansalvas.
Abrí la boca, pero no salió nada en forma de palabras... tan sólo una especie de rugido que nunca habían escuchado mis entrañas, ni mis recovecos.
Los pájaros anidados emigraron, pero ella sonrío y extendió sus manos. Corrí hasta el árbol, no como bienvenida sino para rescatarla de una caída que nunca llegaría.

Hasta ese momento no supe si era un sueño, una mentira o lo mas real que vió mi vida.

Nos miramos largo rato y ensayé los primeros minutos u horas diferentes teorías, jamás sobre cómo llegué, hace mucho me quiero ir, sino sobre su persona imposible de descifrar si se hace con la mente consciente.
¿Era la muerte? ¿Podía ser tan bella y apremiante? ¿Tan cálida y parecida a la vida?
¿Era yo? Se parecía algo, a la "yo" que tomaba forma de todas mis vidas, a la verdadera, a la que sabía y no necesitaba del habla para responder a las preguntas.

Sin esperarlo soltó una carcajada. Salida muy de adentro. Me desconcertó tanto que casi caigo de la rama. Una vez mas extendió su brazo, pero no hacia mi esta vez. Con un índice desnudo me mostró un camino que se abría; como una brecha entre el lago y la nada.
Se bajó casi bailando del árbol de hojas magras. Me agarró las manos casi implorando y una sonrisa trémula se desdibujó en una mueca con sensación de impermeabilidad.
[Frío. Terror]

Me fui sin mirar atrás, con la sensación pérdida. No podía ser un sueño.

A medio camino me di cuenta que no habían parajes, ni confesionarios, ni mástiles con bandera, ni nada que emergiera casi mecánicamente de la pacha mama.
Debajo de mis pies: una quebrada. Sin querer crucé el río y estaba siguiendo el camino que me imploraron hace medio siglo bajo el sol de mediodía.

Más viva que nunca desperté con los ojos cerrados hacia afuera y los sentidos bien abiertos.

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