miércoles, 30 de diciembre de 2009

Claroscuro

Bebiendo de la Noche Oscura todo lo que encuentro al rededor. Creo que veo cosas, que visiono con un universo desconocido que emana desde adentro. Estoy parada en el puente. Entre lo visible y lo invisible. La magia.
La ilusión de tiempos de antaño vuelve continuamente para visitar, y construír caminos y plantar limoneros inmensos y desproporcionados en perfecta armonía, y con los átomos que pertenecieron al cuerpo de un marinero en altamar.
Siento en ese instante todo ligado, unido, bailando la revolución de la vida delante de mis ojos, en forma de pequeñas luciérnagas que garabatean en el aire. Oscuro. Brillan.
Todo forma un sentido que ya siento muy adentro mío. La búsqueda del tesoro, de lo inmenso, de la unión de las partes. Vagando por el mundo están las animas mundi en viajes astrales y dispersos por el entero. Esperando. Buscando. Desertando. Amando. Solos.
La Noche Oscura se transcribe en todos los días del año, y pasa en el caballo de Troya por algunas puertas de madera vendadas.
El acto que no vemos rodeados de tantos sinsentidos mundanos de ciudad, de peajes, de paredes, de construcciones, de smog. Se nos nubla la visión cuando miramos hacia afuera.
Y en el interior de esa masa animada recae el claroscuro, tan perfecto como la primera vez que una de mis partes asistió al encuentro.