martes, 29 de septiembre de 2009

John Keats (1795-1821)

La paloma

Una paloma tuve muy dulce, pero un día
se murió. Y he pensado que murió de tristeza.
¡Oh! ¿Qué le apenaría? Sus pies ataba un hilo
de seda, y con mis dedos lo entrelacé yo mismo.
¿Por qué morías, tú, de pies lindos y rojos?
¿Por qué dejarme, pájaro tan dulce? ¿Por qué? Dime.
Muy solito vivías en el árbol del bosque:
¿Por qué, gracioso pájaro, no viviste conmigo?
Te besaba a menudo, te di guisantes dulces:
¿Por qué no vivirías como en el árbol verde?

sábado, 19 de septiembre de 2009

Ejército sin Salvación

Y quién soy yo para pedirte que me salves? y para darme falsas esperanzas?
Quién soy yo para necesitarte sin conocerte?, para querer aferrarme al sol de la tarde que brilla en tus ojos... y tu risa
Quién soy para salirme de mi cuerpo y ser otra a quien no reconozco y no quiero?

Quién para vencer al enemigo de antaño que viene en olas flotantes con tu aroma?
Quién para mentirte y conformarme, para actuar y esperar; para dirigir películas y
escribir guíones enteros y de corrido sobre una ilusión de pequeña?
Para emparentarte con el sol sin el ocaso, para ver que la historia no siempre se repite en el género?
Para dejarte entrar al inconsciente con pase especial?

Tal salvación, tan deseada desde años lejanos y vagajes sin pago, sin luchas en la luz; tal batalla no es nuestra, no es tuya.
Soy etiquetas, soy marcas y también caminos, y desiertos enteros con tormentas de
arena, y el mar oculto en el fondo, y el cosmos danzante, y las partículas de estrellas y noches sin ellas, todo lo que pensé y no esperé, soy la suma y la resta y el lenguaje primitivo; el todo y la nada. Soy la batalla encarnizada que quedó sin su espada; y levantó bandera sin nación, y miró alrededor en busca de redentores con ojos grandes. Se creó espectros a falta de combatientes; y todos marchan, van al desfile, y caen sin esperanzas de mas allá.

No convertida te regalo la verdad deformada, y una sonrisa sentida del alma; y batallas interminables sin banderas ni retiradas, sin promesas de aciertos... y sin
salvación.


01 Agosto 2009
17.51

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Burbúja Rota

Quiero leer la intención oculta en las manchitas de tus ojos, la sensación íntima que presiento sabia en tu piel. La ciencia que guardan esas ideas que van y vuelan por el aire junto con el picaflor y las abejas en busca del néctar, o del santo grial, ya no recuerdo.
Quisiera recorrer las millas que encuentro entre el cuarto y la cocina, años luz de pérdidas jugadas en batallas campales y descarnizadas. Las vemos desde la cama como una galería sin luz.

Y quiero un cielo estrellado en medio de la nada, un aire entre denso y libertario recorriendo las fauces.
Y la sensación de que todos somos uno, y uno es comunión entre culturas.
Encontrar paz en la crítica. Movimiento, conciencia y pasión unificados en un canto, en un grito poco desafinado, nacido del inconsciente colectivo. El que se convierte en melodía y letra cuando pasa la barrera, donde nace conciente.

Y quisiera que estuvieras ahí para verlo, para sentirlo como un regalo desinteresado de alguien que nunca se animó a regalar por placer, a querer sin compasión, sin compromiso, sin esperar algo a cambio.

Y saber que el tiempo sólo importa en ciertas áreas que no conforman parte de la vida. Creer fervientemente que los relojes son simplemente una ilusión, que todo lo es: fantasmas creados por nuestra propia imposibilidad para ser felices de un minuto al otro, micro segundos, micro partículas.
Espacio y tiempo.
Cambia.

Burbújas paralelas caminando por la ciudad, por el campo, por la nada, curzando la calle, haciendo dedo, mirando al cielo.
De repente siento que se rompe, rompe fuente, fuerte, y nace a la vida con el sol y las Tres Marías arriba, o abajo. Nace a un nuevo vientre, del que se alimenta y regala, y no pide cuando entiende; y no aboga en un mar, camina por encima en cambio.

"La clave esta en la simplicidad". Si te hubiese entendido entonces? si lo entiendo ahora? Si me olvido mañana? Tiempo al tiempo?

Mi tiempo, tu tiempo; mi espacio, tu espacio; mi ilusión, la tuya. Conviven, y mientras tanto la burbúja se une y se desune, se va, se aleja. Se eleva como el globo rojo ese domingo en la plaza. Lo miramos mientras se toma su tiempo, o lo que creemos que son horas. Vamos de la mano a comprar pochoclo, y mientras te digo ofendida que la indiferencia es el hogar de la burbúja empañada.

Si me animo, vendrías conmigo?
Te invito sin ánimo de promesa y sin promesa de recuerdo, sin tiempo, ni hablar del espacio.
Solo vos y yo. Solo nosotros y la nada. Nosotros y el todo. Nosotros nacientes.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Al Capitán de Infancia y Sol

No me basta con que vivas en la memoria, porque entonces te convertirías en una manipulación de características que no estoy segura que sean intrínsecas. Serías una absurda imágen de borrador.
No pude sacar una buena foto de tus ojos o tus hoyuelos al reír. Tu voz viene en ondas rítmicas que penden de un hilo sin poder balancearse.
Toda tu forma está guardada bajo siete llaves; y el olvido no sólo es posible, sino necesario... es casi una promesa que se puede cumplir, pero siempre algo se infiltra y bastan otros colores de voces que presiento fotógrafas para abrir cuatro cerraduras al mismo tiempo; de el cajón con tu nombre. Es todo lo que quedó.

Entonces te creo mundos paralelos, fantásticos y etéreos, y juego con tu pelo de cabello de ángel o no.
Recorremos lugares nunca vistos por humanos tales o semejantes y lo único que siento es aquello, exactamente lo mismo cuando el cajón abría sin llaves pretenciosas. Sabor agridulce en todas partes, en cada resquicio.

No sé quién eras, ni qué sos... pero algo siempre se escapa. Es de noche e inevitablemente pienso en vos.
Sin certezas o confort, noche sin estrellas, inconmensurabilidad que no conoce barreras o signos de exclamación, ni pedidos, ni tiempo; y me contaron que el confesionario cerró temprano.

Sólo con ver al espejo se ven tus ojos cansados. Heredera de la dualidad de un dubujo sin empezar. Apenas en la imaginación de un prominente artista que aún no lo sabe.

Y tu risa trepa junto al sol por la ventana, siempre olvidé que eran familia.
Trepan la enredadera.
Y se me escapó.