lunes, 31 de octubre de 2011

Mentira Verdad

Estaba turbada. Tanto por mentir como por decir la verdad. No tenía escapatoria. Elegí mis opciones muy mal, barajé con muy pocos ases la mano de partida y se hizo cuesta arriba la llegada.
Y en un trecho tan corto es tan complicado poder revelar algo. Siento que sería suficiente una tarde de lluvia abajo de un techo de chapa estrellado sin necesidad de pintura, o una noche de calor en algún lugar lejano, una calle, una vía, un rincón, un cordón, una silla, cualquier lugar en el que entre 1 hora, de corrido, en soledad acompañada. 1 hora en un espacio infinito compuesto de microminutos alados para poder mezclar las palabras con los sonidos. Y siento que está todo demasiado armado, demasiado jugado, y la cabeza me da vueltas, la ansiedad me invade, se añeja en la desesperación como mala consejera. La dejo macerar.
Mentir de la peor manera con una excusa inocente, exoneradora. Decir justo la verdad que tendría que haber callado. Ver cómo en un segundo que parecen días enteros se va modificando la cara, como Dr Jeykill o Mr Hyde, tan sólo como reflejo de una transformación interna. Ver el momento en el que una sílaba de menos hubiera hecho la diferencia.
Y tengo miedo de alejar lo que la marea me trae a causa de mis artimañas baratas, de mis manías, de mis enfermedades, de mis ganas. Quisiera ser más certera, más segura, confiar más en la noche oscura, dejarme caer, correr la mirada hacia el centro y dejarla ahí, aunque sea por un rato.
Quisiera una historia en la que se acepten las diferencias superfluas, un núcleo similar con base sólida y magma multicolor que se mueve y fluya, que cambie, que se enfríe, que se evapore, que caliente, que permanezca. Que sea aceptado lo que difiere, entendido como un camino para aprender, para conocer un mundo ajeno con un lenguaje similar pero apenas inentendible, con formas distintas. Entender a esta diferencia como un complemento para aprender lo que nos falta, para aprender del otro la razón por la cual nos encontramos en este camino.
Turbada sí, por el maremoto de tus ojos, por la cursilería de la palabra, por la ridiculez de los sentimientos, por sentirme tan indigna ante tu presencia, por tener la certeza profunda de que somos compañeros, por el miedo a equivocarme de vuelta, por la verguenza que siento al confesar, por el miedo a perder(me). Turbada por la mentira, sí... pero mas turbada por ha(c/ser) verdad.