viernes, 14 de agosto de 2009

Sueños de Ventana

Sabía que no tenía que hacerlo. Por eso lo combatí, intenté reprimirla de tantas formas que por un momento pensé que lo había logrado. Que era vencedora entre los vencedores, entre aquellos que deciden ver la realidad de frente, como viene: envuelta en un moño bordó y en imágenes extrasensoriales de un rompecabezas incompleto.
Pero a veces escapa de nuestras manos, lo dejamos escapar. Ahí fue cuando empujada me llevaron la vulnerabilidad y aquel otro sentir del que no puedo hablar, me empujaron hacia la ventanita. Y una me mostró una contrapocisión de colores, de calidez y amabilidad.
Me dejé ir, y la abrí de par en par.
Un rincón de mi mente sabía la verdad y no lo ignoré, pero tampoco cerré de inmediato la ventana, ni reprimí las imágenes que llenaron el rincón del ala Este.
Fue una mezcla perfecta de una dualidad que acecha. Lo que es, lo que debe ser, lo que quiero, el gris y el amarillo.

Entraron imágenes de un lugar recurrente que no conozco. Sentí al entrar el olor al horno a toda marcha, donde se cocinaban simplicidades deliciosas.
Encontré en la cocina a la gentileza y la amabilidad, al amor más puro y primitivo, como debe ser, como quisiera; sin más pretensiones que compartir un momento, y un mate calentito.
El corazón abierto, volcado en cataratas. Sensación acogedora y fetal. Preocupación teñida de cuidados intensivos de madre.
Alegría en caras que no la conocen hace tanto tiempo que duelen. Libertad del hoy, con la preocupación del minuto danzante.
Bromas teñidas de un naranja verdoso, de esas que gustan.
La simplicidad tan compleja en la realidad que atormenta a esos cuerpos que son azules.
Una visita esperada toca la puerta de madera de un hogar, mientras la leña crepita en señal de "Clan".
Un llamado de un amigo del alma, que ruboriza el plexo solar y las costillas, y tiñe todo de un colorado bermellón, lo tiñe como su cabecita.
No se fuerza.
Fluye.
El hogar, sueños de un lugar que recuerdo y hace tanto no veo. Y no lo puedo evitar.

Lloro mientras miro al otro rincón. Está todo ahí. Está tan escondido. El sol brilla de ausencia y austeridad. Hace frío. Empedrado. Una ventana se cierra. Se tiñe de realidad y se traslucen imágenes azules en la pantalla.
Desesperación. Sabía que no tenía, que no tenía qué... pero cómo?

Ahora se corrió el telón. Las cortinas se cierran. Y mientras sigo llorando, se abre una puerta...

¿Qué?

No hay comentarios: