viernes, 9 de octubre de 2009

La niña en el Puerto

Era tanto pedir que dijeras "sí", más allá de las palabras barrilete que van y vienen con el compás de la muñeca.

Que fueras una persona lo suficientemente valiente y perseverante, como para intentar cruzar todas las barreras.

Que no me tomaras como indiferente por el simple de hecho de no insistir... que me vieras como soy.

Nunca te mentí, pero es cierto que algo oculté... tonta de mí, siempre pensé que ibas a decifrarlo; sin ánimo de juegos o manipulaciones, simplemente como el acto de alguien a quien no necesito decirle demasiado para que se note... era tanto pedir.

Tanto, que habláramos de los días grises, de las sequías eternas y de los granitos de arena; del devenir de la historia y los azares de la vida
No pedir más allá, pero tampoco
(tan poco...)

Era tanto pedir, no tener que exigirme paciencia. Querer ser, simple e irrevocablemente, como son las hojas en otoño sin cuestionamientos de los árboles por su caída...

Tanto era, querer conocer los hábitos de un ser. Materializarme y graduarme sin pretensión de honores en cada característica pequeña e intrínseca

No querer convertirme en otra cosa, una masa amorfa y fagocitada

Realmente querer un mapa de ruta y alguien con quien marcarlo. No por una vida eterna sino por un momento, aunque fuera tan veloz como las estrellas fugaces que nunca vimos, ni el sol de media tarde. Sin siquiera un trazo de marcador indeleble sino de lápiz.

Que me comprendieras, o querer comprenderte; o tan solo pretender que vos lo quieras tanto como yo necesito

Querer reírme como aficionada en los juegos de azar, y ser una inexperta que pasa desapercibida, como aquéllas cosas escenciales

Una canción escrita en borratintas en una hoja de papel secante, una de memoria, una de olvido, el Cucu Melo, Martín Pescador.

Era tanto un gesto, uno que hiciera la diferencia, uno que me hiciera desentenderme de lo inevitable de la condición humana, aún sabiendo, pero pensando que es una cruel mentira, que soy una afortunada, una menos del montón

Sentirme desdoblada y fuera del ser, ahora todo es leve, el viento casi no toca las hojas de papel, ni las eleva ni las cambia, ni las remueve, sólo las roza con la brisa y las convierte en la levedad del ser, del devenir y el porvenir.

Ahora todo se llena de conformidad y espera, y recuerdo haberme olvidado qué era lo que estaba esperando. sólo recuerdo que no era algo tuyo ni mío, era un signo, uno no conocido que marcara un cierto significado fuera del paradigma. Uno que me hiciera volver al centro al que nunca retorné desde que la niña con ilusiones se aleja en una barca de cartón hacia el crepúsculo de Pablo Neruda, quien recita mientras aprieta esa cabecita blanca que parece un racimo de uvas.

Era mucho, demasiado pedir no sentir que sabía lo que el tiempo deparaba. Todo es igual que ayer, salvo que el reloj nunca dejó de avanzar, y los días pasan con sus horas de pasos firmes y en causes.

Y mientras miro una pantalla el río sigue su curso que no tiene rumbo fijo. Todo es igual salvo yo, todo es igual salvo la niña que llegó al puerto de nadie, con una petisión y una esperanza de ser escuchada.

1 comentario:

Natalia Figueira dijo...

"Querer reírme como aficionada en los juegos de azar, y ser una inexperta que pasa desapercibida, como aquéllas cosas escenciales"
y todo es igual, salvo yo.
Me dejó un halo de tristeza... de verdad somos TAN, como para creer que lo que verdaderamente nos cambia, nos hace ir de puerto en puerto (como le gustaba tanto a Neruda, esa idea del amor fugaz, de lo efímero.)es sólo una decepción, un cuerpo dentro de un cuerpo, una ausencia en el espacio y en el tiempo?... nosé... por lo pronto, escribís y construis castillos que no encierran nada...sino que, Anarquía!. Y está bien... por que, quién mejor que uno (y no dos) para decir de vez en cuando: está bien.
Te amo,
Naty.